martes, 19 de mayo de 2009

5 mil pesos para un heladito

Hay muchas cosas que recuerdo de mi abuela, su sabio regazo, su eterna sonrisa, su lucha contra el tiempo y el dolor, sus 5 mil colones cada cumpleaños, con la inquebrantable frase: “Tome papito, por lo menos para que se compre un heladito”.

Se que ese comentario tiene una fuerte connotación material, pero déjenme refutarlo con otra frase “celebre” de mi abuela: “Yo se que en estos días ni para eso alcanza, pero algo es algo”.

Lo que mi abuela nunca entendió, fue que lo que menos me importaba eran los cinco mil colones, el mejor regalo que recibía cada año, eran las historias, casi cuentos escondidos detrás de ese papel.

La sencillez de “sus” tiempos, los personajes que ya no se encuentran en las calles, el respeto que decidió quedarse en su época, eran parte de ese regalo que hoy tanto extraño.

Y es que es inevitable extrañarlo, cuando en vez de eso, recibo más globalización, más material y menos corazón, más sonrisas, pero mas falsas.

Vivimos en una época, en que las historias ya no solo no se hacen, sino que no se cuentan, y se busca reemplazarlas con falso patriotismo, con “ideologías” de moda y por último pero no menos desalentador, con las historias de los “demás”.

Es por eso que a un año de la muerte de mi abuela, doy gracias porque no allá llegado a la época en que me hubiera tenido que decir: “Tenga papito, 10 dólares, por lo menos para que se compre una opinión propia”.

PS: Se que allá el vientico es más rico...

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