viernes, 24 de julio de 2009

El último Idolo

Recuerdo como si fuera ayer la mañana en que mi madre al regresar de la feria me despertó y me entrego una de las sorpresas por las que cualquier niño muere: la camiseta de su equipo favorito. En mi caso era la roja y negra, a rayas con el escudo en el pecho y el Mutual Alajuela en el abdomen, solo un detalle más faltaba para que esa mañana fuera perfecta: que el número impreso en la espalda fuera el de Wilmer “Pato” López, mi madre acertó, era la camiseta del último ídolo manudo.

Mi padre por su parte, tiene la culpa de esta pasión inexplicable, esa que perdonamos cuando nos decepciona, la que apoyamos sin condición, y la que nos levanta o masacra el orgullo en noventa minutos, el Pato es el culpable de que me guste el futbol alegre, el futbol inteligente de un solo toque, que siempre que voy al estadio pida un pase a profundidad de antología y si no es mucho pedir que sea entre dos, es el culpable de que quiera ver una pared de memoria, o un bañito que deje al portero hincado y sin explicación, Wilmer es el culpable de que la semilla que mi padre sembró haya dado frutos inquebrantables.

El 6, de origen humilde y trabajador se convirtió en el último gran ídolo manudo (con el perdón de Marín) no solo gracias a su juego vistoso, sino a su carisma y liderazgo dentro de la cancha, a su trato con la afición, esa que en su despedida declaró siempre será su afición, y por último, a su fidelidad para con el equipo, que no de ser por unos cuantos capitalistas amantes de la vida nocturna nunca se hubiera ido a jugar al sur.

El Pato, terminó de escribir su nombre para la eternidad del futbol nacional convirtiéndose en el tercer mejor goleador de la Liga Deportiva Alajuelense, solo por detrás de dos grandes goleadores como lo fueron Errol Daniels y Juan Ulloa, e incontables asistencias que no cabrían en ningún libro, no importa cuántas páginas tenga.

No es fácil ganarse el respeto y admiración de propios y extraños, Wilmer lo logró no solo gracias a su juego en Alajuela, sino a su aporte en el equipo de todos, convirtiéndose en pieza fundamental para el equipo que nos puso a soñar otra vez con un mundial, la selección que clasificó a Corea-Japón 2002.

Wilmer es la inspiración de muchos jugadores que hoy tratan de revivir ese futbol inteligente y alegre que nuestro medio ha ido perdiendo con el paso del tiempo y administraciones desordenadas, prueba de esto fue la asistencia de jugadores y ex jugadores a su despedida el pasado miércoles.

Por su parte, a falta de títulos, la afición manuda hizo de esta despedida la mejor de sus fiestas en mucho tiempo, con un estadio repleto que no paró de corear el nombre del pato, Alajuela se vistió de gala para despedir a Wilmer y agradecerle por haber entregado todo lo que tenía.

Estos dos últimos datos nos dejan solo dos moralejas, una para los amantes del fútbol y otra para los dirigentes amantes del dinero: la primera es que el futbol alegre e inteligente siempre va a triunfar sobre el pelotazo, las patadas y las famosas “guabas”, la segunda es que el futbol y los clubes, los hacen grandes la afición y jugadores como Wilmer, no trajes y fiestas de la “alta” sociedad acompañadas de jugadores de baja calidad.

Gracias Pato, por tanta magia, gracias Dios, porque lo vi jugar.

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