Como amante del fútbol, me declaro impotente ante el bajo nivel que envolvió a el fútbol de Costa Rica antes, durante y después de la eliminatoria a Sudáfrica 2010. Y es que aún recuerdo esas ganas de ir al estadio cada fin de semana, esas ansias por conocer las últimas noticias deportivas entre semana, esas conversaciones apasionantes con amigos o colegas sobre la última jornada. En cambio, ahora hemos tenido que llenar nuestras bocas con reclamos sordos, nuestros ojos con televisión por cable, y nuestros corazones con esperanza.
Y no cualquier esperanza, sino aquella que una vez nuestros abuelos forjaron y lucharon por mantener durante muchos años, hasta que llegó la inversión extranjera, las canchas sintéticas, y las mascotas “inyectadas”. La esperanza de un fútbol sentimental más que económico, un fútbol alegre y agresivo en vez de calculador, un fútbol que entretenga en vez de hacer llorar.
Podría señalar un culpable diferente con cada uno de los dedos de mis manos, pero no tiene caso, ya que en la cadena de este nuevo futbol depredador, la afición es lo último que se toma en cuenta. Podría poner tantas excusas como goles fallados por nuestros delanteros, pero no arreglaría el problema, podría irme a vivir a otro país donde el fútbol sea elegante y vistoso, pero eso tampoco arreglaría el problema.
Luego de meses y meses de análisis, solo se me ocurrió una manera de solucionar el problema: Revolución. Al mejor estilo del “Che” Guevara, o Sandino, nuestro fútbol necesita una invasión ideológica, sistemática y económica.
Hay que suspender el campeonato hasta nuevo aviso, reinventar el reglamento disciplinario y regulatorio, imponer nuestro propio sistema, y no el de un “charro” mexicano que solo quiso ser el “carnal de las estrellas”, enseñar a nuestros jugadores la historia de Costa Rica como si nunca hubieran ido a la escuela (caso de algunos) para ver si así sudan la camiseta de la selección, ponerlos a mirar una y otra vez videos de fútbol internacional, para ver si acaso se aburren tanto de ver algo desconocido que centran todas sus energías en jugar, sacar de las sillas presidenciales a señores con la crisis de los 50’s o más intentando cazar mariposas, y poner verdaderos amantes del fútbol y no de las cámaras.
Así es, una revolución es lo que necesita nuestro fútbol, además de un sistema estadístico de alto nivel como los que se utilizan en la NFL, NBA, etc, que me comentó un muy buen amigo mío y que lleva más de 15 años sufriendo. Se debe evaluar el rendimiento de cada hombre juego a juego, y no el nombre año a año.
Mientras tanto, como una enfermedad sin cura, los fines de semana son nuestra anestesia para el momento, gracias a la televisión por cable podemos ver el pasabola del Barca, el “taconazo” de Guti, las maniobras de Nani por poner algunos ejemplos, y un fútbol que por si solo es revolucionario.
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